lunes, 15 de marzo de 2021

Hacia nuevas intervenciones en salud

 



Las inundaciones en Santa Fe fue una de las primeras experiencias más grandes que participé. Ya había estado en otras intervenciones de inundaciones en el GBA, pero no dentro de una organización civil de salud (Médicos del Mundo). Los conocía por mi paso en la Facultad de Medicina, donde estaban profesores de la carrera. El esquema de trabajo estaba basado en todos los protocolos sanitaristas de cuidados, con familias, niños y los lugares que se visitaron de la ciudad cuando las aguas iban bajando. Para tener un panorama de cómo estaba: era ver la cancha del club Colón (Él cementerio de los elefantes’,  decía en una de sus paredones), donde el agua llegaba a tapar el travesaño de los arcos. Era por el año 2003.

Por otro lado el ejército se encargaba de la logística y las ONG, organizaciones sociales (los que habían llamado piqueteros), estudiantes de universidades llegaban para ayudar. Nuestro trabajo consistió en atender problemas de salud, empezar una campaña de vacunación y ayudar al traslado de las familias una vez que las casas de sus habitantes fueran sanisadas (sus paredes, techos, tanques, patios). Al hablar con las familias, escuchábamos las crudas historias de la catástrofe, de los muertos que habían visto pasar arrastrados en el violento empuje de las aguas por las calles. Lloraban si recordaban lo que perdieron,  y se angustiaban al recordar a los viejos que vivían solos, y nos preguntaban si tal o cual estaba vivo.



Otro momento de intervención en Santa Fe, fue en la vieja estación del ferrocarril Mitre. Allí estaban familias muy jóvenes con niños que dormían en los vagones carga. Era como un campamento de refugiados que hoy vemos por las guerras en Oriente Medio. Pude conversar con una de las médicas que estaban en la organización y les plantee, que no era solo entretener a los chicos en juegos o dibujos (aunque eso los ayudaba un poco al sacarlos de los pasillos de vagones donde corrían); había que planificar una seria atención de las familias y de los niños con otras intervenciones. Hubo un intercambio de opiniones, y solo reconocían que no tenía nada para trabajar en algo grupal, en lo que conocemos como ‘Salud Mental’. Pero era más que esto. Era la ‘salud emocional’ (por las consecuencias que dejan estas catástrofes que no era solo una crecida del río) y por ende la salud colectiva de una población.

Si la epidemiología es tener en cuenta cuándo y dónde aparece una enfermedad, lo mismo sucede con las consecuencias y trastornos que quedan en la gente. Si bien Argentina (siguiendo con datos estadísticos) tiene uno de los más altos egresados de las facultades de medicina y psicología, profesionales per cápita para psiquiatría y derivados de atención psi, no tienen equipos de salud para atender la emergencia que aparece en el hospital público. Unos de nuestros déficits ya no es solo la mano de obra, sino una dirección en la planificación de las políticas de salud y especialmente de Salud Mental. Existen ya secretarias y organismos estatales que trabajan en adicciones y violencia, pero como sucede cuando se debe evaluar qué se logró en un período de tiempo, están fragmentados. No hay una unidad que puede dar respuesta integral. Se repite el modelo positivista cuantitativo. Se estudia un fenómeno de crecimiento por parcelas, pero no se lo interrelaciona con lo que sucede en la comunidad. Una comunidad que debe ser estudiada en su estructura cultural, social y política.

Lo triste de algunos programas que se han desarrollados en algunos municipios, es que con los cambios de gobierno (cada 4 años) se desmontada todo. No preguntan a su comunidad si ese programa de salud  ha servido. Un ejemplo fue en el GBA: algún centro de salud que trabajaba con un equipo interdisciplinario en violencia de género. A su vez tomaba el tema no solo desde la atención psi, sino desde los intersectorial. Trabajando con los sistemas de  Justicia y Educación. Toda una red que siempre hay que estar actualizando y volver a tejer. Las intervenciones terapéuticas eran grupales (grupos de mujeres, de mujeres con sus hijos)

Desde los 90 en nuestro país, como resultado del avance de hordas neoliberales- conservadoras, no solo fue el desastre económico que sembraron. Han dejando la cuestión de la subjetividad como eje central del individualismo: un ‘sálvese quien pueda’ o ‘si no puedes vencerlos, únete a ellos’, donde los valores de solidaridad los han querido hacer desaparecer. El enfrentamiento privado versus público es lo más claro. Las corporaciones médicas o de psicología han entrado en ese tipo de senda liberal: quién puede pagar se atiende, quien tiene una obra social: zafa. Si se compara con lo que están proponiendo sobre las vacunas la derecha política (de que la gente debe pagarlas y los que no pueden entran en un sistema ‘de ayuda de pobreza’ del Estado) se irá dejando a la población desamparada sin una salud emocional colectiva, para los tiempos que se vienen.

Carlos Liendro


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